El proyecto europeo llamado a competir con el GPS estadounidense se ha convertido en un agujero negro para los fondos públicos
| La UE admite más sobrecostes y retrasos en el supuesto rival del GPS
Ciencia | 19/01/2011 - 06:47h
Bruselas Corresponsal
Hace tiempo que lo único que despega en Galileo son los costes y los plazos de puesta en marcha.
La constelación de satélites 'made in Europe' llamada a competir con el GPS estadounidense se ha convertido en una especie de agujero negro para los fondos públicos invertidos, al tiempo que persisten las dudas sobre su oportunidad, tal como se constata en un telegrama filtrado por Wikileaks y revelado por el diario noruego Aftenpostet.
El proyecto, a juicio de un ejecutivo de una empresa alemana implicada, "es una idea estúpida que sirve principalmente a intereses franceses", además de "un despilfarro de dinero público" que está "abocado al fracaso".
A raíz de estas supuestas declaraciones, recogidas por diplomáticos de la embajada de Estados Unidos en Berlín, Berry Smutny ha sido despedido de la firma para la que trabajaba, OHB Technology. Smutny niega que esas fueran sus palabras, pero en Bruselas muchos le dan la razón y preferirían que la Unión Europea renunciara de una vez por todas al proyecto.
Lanzado en el año 2002 por razones industriales y geoestratégicas bajo la batuta de Loyola de Palacio y Romano Prodi, Galileo debía ser en el 2014 una alternativa más precisa aunque de pago al GPS. Esta red es propiedad del ejército estadounidense, que en la guerra de Kosovo intervino la señal para proteger sus operaciones. Ayer, sin embargo, Bruselas anunció un nuevo aplazamiento de su puesta en marcha, que no llegará hasta el 2017 o el 2020.
De aquí a tres años sólo se habrán lanzado 18 de los 30 satélites previstos, un despliegue insuficiente para que el sistema sea totalmente independiente del estadounidense. Y, de nuevo, surge el dilema: o la UE se conforma con que sea un mero complemento al GPS o deberá inyectar en los próximos años 1.900 millones de euros más de los previstos para completar la red de satélites.
Esta cantidad se suma a los 3.400 millones presupuestados a estas alturas y que, en contra de lo previsto inicialmente y debido al plantón de la industria, deben financiarse íntegramente con dinero público. Ahora mismo el coste de ejecución del proyecto rondaría los 5.300 millones de euros. La cifra es difícil de asumir en tiempos de austeridad y de momento Bruselas se ha encontrado con una cerrada negativa de los gobiernos a aportar más fondos.
De acuerdo con los auditores de la UE, una de las razones de los continuos desfases presupuestarios acumulados por el proyecto es la falta de profesionalidad con que la Comisión Europea emprendió los preparativos empresariales en el año 2002.
Así consta en un demoledor informe del Tribunal de Cuentas de la UE publicado en el 2009. Otra de las causas son los enfrentamientos entre los gobiernos europeos para que sus respectivas empresas se hicieran con una parte del pastel. O, en un caso, la preferencia de tecnología europea (en concreto, francesa) sobre la rusa, más barata, por supuestas razones de seguridad nacional.
La constelación de satélites 'made in Europe' llamada a competir con el GPS estadounidense se ha convertido en una especie de agujero negro para los fondos públicos invertidos, al tiempo que persisten las dudas sobre su oportunidad, tal como se constata en un telegrama filtrado por Wikileaks y revelado por el diario noruego Aftenpostet.
El proyecto, a juicio de un ejecutivo de una empresa alemana implicada, "es una idea estúpida que sirve principalmente a intereses franceses", además de "un despilfarro de dinero público" que está "abocado al fracaso".
A raíz de estas supuestas declaraciones, recogidas por diplomáticos de la embajada de Estados Unidos en Berlín, Berry Smutny ha sido despedido de la firma para la que trabajaba, OHB Technology. Smutny niega que esas fueran sus palabras, pero en Bruselas muchos le dan la razón y preferirían que la Unión Europea renunciara de una vez por todas al proyecto.
Lanzado en el año 2002 por razones industriales y geoestratégicas bajo la batuta de Loyola de Palacio y Romano Prodi, Galileo debía ser en el 2014 una alternativa más precisa aunque de pago al GPS. Esta red es propiedad del ejército estadounidense, que en la guerra de Kosovo intervino la señal para proteger sus operaciones. Ayer, sin embargo, Bruselas anunció un nuevo aplazamiento de su puesta en marcha, que no llegará hasta el 2017 o el 2020.
De aquí a tres años sólo se habrán lanzado 18 de los 30 satélites previstos, un despliegue insuficiente para que el sistema sea totalmente independiente del estadounidense. Y, de nuevo, surge el dilema: o la UE se conforma con que sea un mero complemento al GPS o deberá inyectar en los próximos años 1.900 millones de euros más de los previstos para completar la red de satélites.
Esta cantidad se suma a los 3.400 millones presupuestados a estas alturas y que, en contra de lo previsto inicialmente y debido al plantón de la industria, deben financiarse íntegramente con dinero público. Ahora mismo el coste de ejecución del proyecto rondaría los 5.300 millones de euros. La cifra es difícil de asumir en tiempos de austeridad y de momento Bruselas se ha encontrado con una cerrada negativa de los gobiernos a aportar más fondos.
De acuerdo con los auditores de la UE, una de las razones de los continuos desfases presupuestarios acumulados por el proyecto es la falta de profesionalidad con que la Comisión Europea emprendió los preparativos empresariales en el año 2002.
Así consta en un demoledor informe del Tribunal de Cuentas de la UE publicado en el 2009. Otra de las causas son los enfrentamientos entre los gobiernos europeos para que sus respectivas empresas se hicieran con una parte del pastel. O, en un caso, la preferencia de tecnología europea (en concreto, francesa) sobre la rusa, más barata, por supuestas razones de seguridad nacional.
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